Ésta es una pregunta clave para determinar si nuestros municipios deben financiar o apoyar la financiación de nuevas infraestructuras deportivas.
Por esta razón, durante los últimos años se han desarrollado diversos estudios sobre la materia, especialmente en Estados Unidos donde entre las autoridades públicas existe una preocupación por medir el retorno de la inversión de estas infraestructuras. En este ámbito no debemos olvidar que las competiciones deportivas norteamericanas (NBA, NFL, MLB, etc.) funcionan mediante la modalidad de franquicia que permite a las entidades deportivas trasladarse de unas ciudades a otras, lo que provocó en las décadas de los 80 y 90 existiera una competencia entre las ciudades para atraer y retener a dichas franquicias.
Los resultados de estos estudios muestran la existencia de dos tendencias claramente diferenciadas.
Por un lado, una tendencia valora positivamente el impacto de la construcción y posterior explotación de las infraestructuras deportivas. Esta tendencia se basa en que la construcción y explotación de los estadios deportivos genera en el corto plazo un incremento de la demanda agregada que propicia un incremento de la producción (efecto multiplicador). Del mismo modo, sostiene que en el largo plazo genera la aparición de nuevas actividades económicas relacionadas con el deporte. Esta tendencias suelen estar sustentadas sobre modelos input-output.
Por otro lado, existe una tendencia que considera que estas infraestructuras no generan un impacto económico. Estiman que en el corto plazo únicamente se genera una reestructuración del gasto familiar disponible que procede de otras actividades de ocio. Asimismo, consideran que en el largo plazo unicamente se produce una tendencia a la terciarización de la economía, así como una relocalización de las actividades económicas. Estos modelos suelen estar fundamentados sobre modelos econométricos.
Nuestra opinión se encuentra entre los que piensan que las infraestructuras deportivas generan efectos económicos positivos en las ciudades, especialmente en términos de mejora de imagen, atracción de visitantes, desarrollo de nuevos eventos, etc. siempre y cuando su explotación se plantee adecuadamente.
Ante esto, resulta necesario desarrollar estudios específicos en cada ciudad para identificar los impactos previstos para estas infraestructuras. Desde el punto de vista metodológico nos decantamos por emplear el Análisis Coste Beneficio que añade al análisis económico financiero convencional otros beneficios y costes sociales derivados de la infraestructura (incluidos costes ambientales). Este método parece el más adecuado para este tipo de análisis.
Asimismo, es necesario realizar una planificación adecuada de la explotación de estas infraestructuras, lo que nos lleva a la segunda pregunta que nos planteamos en nuestra primera entrada.
¿Están desarrollando nuestros municipios una adecuada gestión de las infraestructuras deportivas?
Por esta razón, durante los últimos años se han desarrollado diversos estudios sobre la materia, especialmente en Estados Unidos donde entre las autoridades públicas existe una preocupación por medir el retorno de la inversión de estas infraestructuras. En este ámbito no debemos olvidar que las competiciones deportivas norteamericanas (NBA, NFL, MLB, etc.) funcionan mediante la modalidad de franquicia que permite a las entidades deportivas trasladarse de unas ciudades a otras, lo que provocó en las décadas de los 80 y 90 existiera una competencia entre las ciudades para atraer y retener a dichas franquicias.
Los resultados de estos estudios muestran la existencia de dos tendencias claramente diferenciadas.
Por un lado, una tendencia valora positivamente el impacto de la construcción y posterior explotación de las infraestructuras deportivas. Esta tendencia se basa en que la construcción y explotación de los estadios deportivos genera en el corto plazo un incremento de la demanda agregada que propicia un incremento de la producción (efecto multiplicador). Del mismo modo, sostiene que en el largo plazo genera la aparición de nuevas actividades económicas relacionadas con el deporte. Esta tendencias suelen estar sustentadas sobre modelos input-output.
Por otro lado, existe una tendencia que considera que estas infraestructuras no generan un impacto económico. Estiman que en el corto plazo únicamente se genera una reestructuración del gasto familiar disponible que procede de otras actividades de ocio. Asimismo, consideran que en el largo plazo unicamente se produce una tendencia a la terciarización de la economía, así como una relocalización de las actividades económicas. Estos modelos suelen estar fundamentados sobre modelos econométricos.
Nuestra opinión se encuentra entre los que piensan que las infraestructuras deportivas generan efectos económicos positivos en las ciudades, especialmente en términos de mejora de imagen, atracción de visitantes, desarrollo de nuevos eventos, etc. siempre y cuando su explotación se plantee adecuadamente.
Ante esto, resulta necesario desarrollar estudios específicos en cada ciudad para identificar los impactos previstos para estas infraestructuras. Desde el punto de vista metodológico nos decantamos por emplear el Análisis Coste Beneficio que añade al análisis económico financiero convencional otros beneficios y costes sociales derivados de la infraestructura (incluidos costes ambientales). Este método parece el más adecuado para este tipo de análisis.
Asimismo, es necesario realizar una planificación adecuada de la explotación de estas infraestructuras, lo que nos lleva a la segunda pregunta que nos planteamos en nuestra primera entrada.
¿Están desarrollando nuestros municipios una adecuada gestión de las infraestructuras deportivas?
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